Cuando
tenía 3 años ( recién llegué a España) iba a la escuela con mis
hermanos mayores, uno de ocho años y el otro de diez, y para
entonces no había ningún paisano en nuestro colegio. Yo como gossip
que soy ( es decir curiosa) me fijaba en todo lo que pasaba en mi
alrededor. Y observaba como unos hermanos insultaban y se metían con
mis hermanos. Lo mismo hacía el resto de los compañeros. Lo más
curioso es que cuando no estaban en manada, se acercaban a ellos y
empezaban a jugar, y se lo pasaban muy bien. Pero luego se juntaban
otra vez y como si nada, volvían a meterse con ellos. Eso fue
pasando hasta que mis hermanos se defendían ante ellos y al final
acabaron ganándose el respeto.
Pasó
un año y entonces lo que veía con mis hermanos me empezó a pasar a
mi. No se por qué razón mis compañeros no jugaban conmigo, me
dejaban sola y me sentía sola.
Pero
un día llegó una niña nueva a nuestra clase y rompió todas las
reglas de ese mal juego. En clase se me acercaba y con una gran
sonrisa en la cara me decía: “ Toma, te dejo los colores”. Eso
para mi en esos momentos fue lo mejor que pude escuchar, porque yo no
tenía y nadie me los prestaba, porque según ellos yo siempre los
acababa chupando ( seguro que lo hacía, pero quien no lo hacia en su
infancia, incluso ahora de mayorcitos el lápiz acaba en nuestras
bocas), pero ella me los dejó. El típico gallito de clase fue y le
dijo “ no se los dejes, los va a chupar!” y ella le contestó con
un simple “ no pasa nada”, Y así poquito a poco ella fue
rompiendo con la burbuja que me envolvía: un día se acercaba a mi y
jugábamos juntas en el recreo, al otro día me ofrecía parte de su
bocadillo (cabe decir que en esos tiempos siempre desayunaba una
manzana y en un minuto ya me la había comido) ya así poco a poco
hasta que todos se acercaron a mí y nos poníamos a jugar todos
juntos a las casitas. Pero si no fuese por la BELLEZA de persona que
es Kiona, probablemente ahora seguiría en esa burbuja.
Gracias Kiona,
Aquí tenéis mi ley número 4: "Para gustos, los colores"
Gracias Kiona,
Aquí tenéis mi ley número 4: "Para gustos, los colores"
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